9.1.25
Historietas de Sócrates y Mochuelo / 7
Se cree que los demás están al tanto de nuestras menudencias, las grandes y las pequeñas, las que importan y las que no requieren atención ni empeño, pero hay veces en que no hay quien repare en nosotros, pasamos desapercibidos, no consta que estuviéramos, nadie nos echó en falta. Son estos tiempos los de estar sin ser, podríamos decir. Se anhela hacer acto de presencia, ver y ser visto, bailar al son de una música que, las más de las veces, ni nos conmueve. Importa esa rúbrica social, ese darse impostado. También solicitamos no ser vistos, no saber mucho de nada, pasar de puntillas o no pasar siquiera, adquirir la consistencia precisa para que podamos evanescernos, disolvernos en alguna soledad que se anhele. Querer que nos vean, que no: he ahí el frecuente viaje. Queda lo que los demás aprecien. Se es invisible a veces sin que ninguna voluntad propia aliente la luz. Nos ven incluso cuando nos creemos invisibles. Mochuelo no se da por aludido. No se cosca. Ve lo que quiere.
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