Cuando abre el día nada vaticina que vaya a salir bien o que vaya a salir mal. Ni siquiera que lo veamos acabar. Recuerdo a A. proponer a todos que eligiéramos el momento más bonito del día que estaba a punto de cerrarse. No era necesario contarlo. Bastaba dar con él, fijarlo en la memoria, apreciar los motivos por los que lo salvábamos del olvido. Hay días que no cuentan. No hubo nada digno de ser recordado. Tampoco nada que nos aflija o postre en alguna tristeza. Imagino que para quien escribe un diario ese oficio delicado, el de escoger ese buen momento del día, le supondrá uno añadido. El de hoy está por venir. Alguno habrá, muchos, si uno es de natural optimista. La escritura, incluso la que duele al crearse, es una herramienta del optimismo.
12.1.25
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