15.1.25
Historietas de Sócrates y Mochuelo / 13
Somos de espontánea mudanza, nos entusiasma cualquier voluntad que haga de nuestra vida otra distinta de la que prendarnos y a la que confiar la restitución de algún tipo de felicidad inédita, pero son cambios sencillos en el fondo los que urdimos, ninguno que contraiga la renuncia a algo que se ha probado a conciencia y en lo que nos manejamos con holgura. Suele concederse al inicio del nuevo año esa afán redentor. No sabemos con certeza qué empeño habría que de verdad nos conforte o cree la ilusión de que la rutina ha sido reemplazada por otra rutina novicia y fascinante. Valdría hacer una dieta estricta o practicar tres días en semana crossfit o kickboxing o estudiar con domestica humildad literaturas germánicas medievales o inglés para defendernos en Lis viajes del verano. Somos de acogernos a cualquier disciplina regeneradora, abrazamos con desenvoltura el arribo de la novedad y hasta alardeamos del nuevo yo recién instalado, pero basta que la briega en ese oficio haga perdonarse el cansancio para que reculemos y volvamos al yo sacrificado. Hubiese bastado con no fantasear, con aceptarnos como somos, con, ay, no cambiar nada. Mochuelo lo sabe. Yo también.
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