Para Luis Felipe Comendador, que me indicó el camino.
Seré una ciudad lejana y acudirán los huérfanos y los pobres. Daré mi corazón para que se hospede en su sangre el tumulto de los descarriados. Apartaré el frío con mis manos y le diré a Rilke que me ayude a encender el fuego con las suyas. Detendré la muerte con un poema que encuentre en mi pecho como un pájaro que durmiese y anhelase el vuelo nada más abrir sus ojos de asombro. Haré que dance mi cuerpo sobre una cuerda y tendré cerrados los ojos para que no cese la música cuando la corten. Caeré. Ni tierra seré sobre la que arrojen a los muertos. Colgaré mis huesos y abriré los ojos mientras el aire me despide.
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