23.6.21

Dietario 139



Amar la intimidad, convenir que es el único refugio, hacer ver a quienes la asedian que es allí en donde se está verdaderamente a salvo. La escritura, a medida que uno la frecuenta, conforme se va adiestrando en su ejercicio, se manifiesta a veces como refugio. No saber de qué nos escondemos, pero esconderse, encontrar el lugar en el que desaparecer. El placer viene después, cuando se hastía uno de esa precaución excesiva, cuando necesita encontrarse con el mundo y que el mundo lo encuentre a uno, lo toque, le haga ver lo innecesario de la ausencia. No es estar solo, no es desear que nadie nos importune ni nos acompañe siquiera: la intimidad es la sensación de que hemos llegado al centro, de que el viaje ha finalizado y de que podemos retirarnos (un breve espacio de tiempo) sin la obligación de rendir cuentas, volcado en uno mismo, sintiéndose. Hay veces, por cierto, en que uno no se siente. Se deja ir, se traslada de un lugar a otro, expresa opiniones, hace como que todo sigue un orden, pero no hay conciencia de que es uno mismo el que está adentro. El vértigo y la fiebre. El pasajero oscuro que otro nombraba para razonar sus delirios. Todo se emborrona cuando se le mutila la parte privada, la que no precisa de nada salvo de uno mismo, pero siempre el texto regresa al mismo gastado asunto, la persona propia, el sentir personal, sin que se pueda hacer nada para evitarlo. Escribir es una actividad de riesgo, escribir es un acto subversivo, escribir es un ejercicio de transparencia absoluta, pero no siempre se da uno íntegramente, guarda para sí algunos matices, se reserva la intimidad o, en todo caso, la presenta de otra manera, la convierte en otro asunto. K. me dijo que yo escribía para salvarme del aburrimiento, sólo por eso. No le contradigo. No me he aburrido nunca: he tenido refugios, he sabido buscarlos, he procurado mantenerlos. La escritura es uno de ellos, un biombo tras el que ocultarme, del que salir un poco traviesamente, como afectado por el pudor que nos enseñaron, aunque orgulloso de no tener miedo alguno, de dar todo en cada párrafo. Este me ha salido largo.

2 comentarios:

eli mendez dijo...

Que bonito lo dices!
Tan cierto que es un acto de intimidad..no asocio la escritura con el aburrimiento, si más bien con una necesidad tan fuerte como tantas otras..
cierto tambien que hay una parte nuestra que está expuesta y otra que puede disfrazarse intencionalmente o no, pero que está alli, en cada palabra..
Realmente escribir y leer son actos de amor maravillosos. Un abrazo y feliz noche.

Emilio Calvo de Mora dijo...

Gracias, Eli. Es para esto para lo que se escribe. Un abrazo y feliz noche.

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