15.6.21

Dietario 135

 En las ganas que tiene uno de verano lo de menos es el verano. De hecho, hay cosas suyas que se prefiere eludir. Se es más de invierno y lo que lamenta la voluntad es que no pueda mudar el verano y colocar su tránsito por el calendario en donde le plazca. Es curioso el verano y es lamentable que acabe y no se hayan hecho las cosas que programamos para ocuparlo. Yo, al menos, ideo tantas que el acúmulo previsto, cuando se mira en detalle, aturde. Sucede invariablemente. No hay verano que, cuando finaliza, se tenga de él la idea de que no ha transcurrido ni un día (o uno largo, largo) y que debería comenzar de nuevo para tomárselo en serio. Nunca he hecho eso. Los días van a su antojadizo capricho y yo voy al muy tornadizo mío. No hay día en que algo buena suceda, ni día en que algo que debiera hacer no haya encontrado hueco para llevarlo a término sin que otra empresa reemplace a la anterior.

Pensar que la pereza es un argumento perezoso, pero tendrá que ser ella la que finalmente todo lo gobierne. Es inevitable que se adueñe del ánimo y todo sea de una placidez escandalosa. Conviene esa mansedumbre, qué podría decirse contra ella. La pereza es un arte y no se nos instruye con conveniencia en su manejo. Los días en que no se hace nada parecen pesar como una losa, pero son los mejores. Esa sensación de maravillosa orfandad que te ocupa cuando concilias el sueño y llegas a la feliz conclusión de que nada ha habido que te haya alterado más de la cuenta y, con triste frecuencia, nada que te haya entusiasmado sensiblemente. El calor es un duro adversario. Por muchos años que lleve acostumbrado a su rigor, no logro hacer gobierno de su injerencia, cruel con colmo, desaforada, incluso trágica. Qué difícil hacer fácil lo que parece fácil. Se arrima siempre lo imprevisto. Ama uno el frío, lo cual no es ingrediente veraniego, salvo que se abone el cuerpo a la sombra o al traicionero aire acondicionado, que es un bicho tan útil como venenoso. Tendrá el verano su ración conocida de placeres. Los hay a espuertas, a pesar de todo. Noches inmensas en que no se tiene prisa por que amanezca. Mañanas que invitan a salir antes de que la calina aprieta y, sabido es en el sur, bien que lo hace, con qué furor lo hace. Tardes para sestear y cancelar el flujo cartesiano de las horas. El hecho de que se haga esa no premeditada holganza no es materia metafísica, pero es cosa de ponerse y ponerse trascendente. Este verano ya principiado será festejado como suelo. El de este año tendrá novedades. Espero que todas salgan conforme a como se planearon. Si no es así, no habrá quebranto. Es norma. Se suele flaquear cuando uno con más ahínco desea ser coherente. Nada nuevo. Que sea dulce y fresco el vuestro.

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