“Los poetas inmaduros imitan, los maduros plagian”
T.S. Eliot
En realidad no hay novedad: todo es un palimpsesto. Habrá más o menos variaciones, pero la escritura de las cosas se hace sobre material ya impresionado, sobre cosa hecha. La vida misma lo es, aunque forcemos (cada uno con su aprendido oficio) cierta injerencia de la improvisación y de la imaginación, juntamente las dos, no siempre al alcance ni a satisfacción de quien interesadamente las convoca. Vivimos sobre lo vivido. El que adquiere la virtud de urdir novedades tiene otra virtud: la de festejar el camino que se anda y hacer nuevo cada trecho, da igual que ya se haya recorrido antes, incluso es mejor que se haya recorrido antes. Este texto ya lo habré escrito. Seguro que tú lo has leído. A mí. A otro. Aire viciado. Palabras quemadas. El corazón se aburre: late con monótono compás, percute con idéntico pulso. Vivir, cuando todo es inicio y festejo, es una imitación, un vuelo en que todo el aire es alegre ala, pero luego, al avanzar los años, la imitación torna plagio: se sabe a quién copiamos, tenemos certera idea de su nombre. Tal vez uno mismo.
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