5.4.24

Un inventario de la voluntad humana

 

Los gondoleros de buen corazón no cobran a los tuberculosos ni a las muchachas con el virgo intacto. Los tuberculosos de buen corazón no tosen delante de los hijos de registradores de fincas ni de poetas malditos. Las muchachas con el virgo intacto de buen corazón no intiman con terraplanistas ni con adolescentes curtidos en el cortejo galante. Los registradores de fincas de buen corazón no comercian con gongoristas barbilampiños ni con furcias de ultramar. Los poetas malditos de buen corazón no publican con editores minimalistas ni con presidentes de cooperativas olivareras. Los terraplanistas de buen corazón no discuten con catedráticos de literaturas germánicas medievales ni con veganos afiliados a partidos de extrema derecha. Los adolescentes curtidos en el cortejo galante de buen corazón no se enamoran de teólogos argentinos ni de taxidermistas aficionados a la filatelia magiar. Los gongoristas barbilampiños de buen corazón no recitan a fornicadores compulsivos ni a pirómanos pertinaces. Los taxidermistas aficionados a la filatelia magiar de buen corazón no trabajan para los metafísicos ni para los afectados por las fiebres tifoideas. Los fornicadores compulsivos de buen corazón no copulan con misses de pelo cobrizo ni con damas de la alta sociedad catalana. Los teólogos argentinos de buen corazón no disertan en foros patrocinados por latifundistas comprometidos con el derecho de pernada ni por sátrapas con insuficiencia renal. Los afectados por fiebres tifoideas de buen corazón no informan del mal que los lastima a monjitas mulatas de conventos franciscanos de la campiña cordobesa ni a beatos de barriadas de baja extracción social. Las misses de pelo cobrizo de buen corazón no posan para el regocijo sensual de militantes de partidos ecologistas ni para profesores de lenguas muertas. Las damas de la alta sociedad catalana de buen corazón no son caritativas con los obreros de la industria metalúrgica ni con los sacerdotes de religiones indostánicas. Los hechos aquí consignados pertenecen al estricto ámbito de las desavenencias afectivas. No he opinado sobre la pertinencia de que unas u otras pudieran ser tratadas por profesionales de la modificación de conductas y triunfe la  feliz convivencia de todos los gremios afectados. Ninguna de estas enfermedades de la voluntad afecta visiblemente a la concordia. Sucede con sutil insistencia. Pasa de padres a hijos. No se tiene fiable idea del primer gondolero que perdonó el pago del viaje a la primera muchacha de virgo intacto ni el modo en que pudo cerciorarse de que su himen permanecía puro como el vuelo de un pájaro sobre los canales de Venecia ni cómo el gongorista barbilampiño declina confraternizar con los pirómanos pertinaces o con los fornicadores compulsivos. No hay una bibliografía, ninguna a la que conceder mayor consideración que la dada a cualquiera de las imposturas de la ficción, pero basta un apunte en un libro y otro que se obstina en refutarlo o en contribuir al esclarecimiento de estos prodigios del espíritu. Es el buen corazón el que les hace a todos actuar como lo hacen. No podemos comprender su emprendimiento o su recato, su locuaz maquinaria alojada en el principio de los tiempos, su trémulo bosquejo del ánimo de quien lo porta,. El corazón del hombre es inmune a las formulaciones cartesianas, es inmune a las pesquisas deontológicas, es inmune a la razón y al acatamiento de la lógica. 



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