No tener vicios declarados es, más que sospechoso, lamentable. Quien no tiene un vicio por el que se le conozca a la luz de su vigilia, los tiene todos en la clausura de sus sueños.
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Escribir es una apnea. El aire son las palabras. La literatura es un estado anímico líquido.
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Cuando escribo, tanteo lo que no soy. Al leer, sé lo que soy.
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Las puertas son, en el fondo, una anomalía de la cordura. Los espejos deberían ser las únicas puertas admisibles.
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Una lápida es un epitafio ágrafo.
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