3.3.24

Un artesano ciego


"Yo misma he evadido el asunto cuando me lo han preguntado. Y contesto lo siguiente: la inspiración no es privilegio exclusivo de los poetas ni de los artistas en general. Hay, hubo, habrá siempre un número de personas en quienes de vez en cuando se despierta la inspiración. A este grupo pertenecen los que escogen su trabajo y lo cumplen con amor e imaginación. Hay médicos así, hay maestros, hay también jardineros y centenares de oficios más. Su trabajo puede ser una aventura sin fin, a condición de que sepan encontrar en él nuevos desafíos cada vez. Sin importar los esfuerzos y fracasos, su inquietud no desfallece. De cada problema resuelto surge un enjambre de nuevas preguntas. La inspiración, cualquier cosa que sea, nace de un perpetuo «no lo sé»".

Wislawa Szymborska 

Fragmento del discurso que dio al recibir el premio Nobel de literatura en 1996. 

Gracias, Vanessa  


Todo lo que escribo proviene de la premisa fundamental de que todo puede ser transcrito a la escritura. Sé que un pájaro muerto en un patio contiene material narrativo que rivaliza con la entera historia del imperio romano o que la música de la lluvia en la ventana que ahora escucho no es menos dramática que la épica sajona del siglo trece. Tan sólo cuenta el respeto a todo lo que propiciatoriamente se manifiesta para que se le dispense la atención de la que carecía. Lo que no es posible explicar es el advenimiento de las primeras palabras, las que principian el texto, con qué propósito concurren, cómo unas eluden su comparecencia, y otras son antojadizamente elegidas en el escrutinio. Lo mágico es esa frase inicial, premonitoria y absolutamente impredecible. Este escrito empezó sin que tuviera idea de hacia dónde iba. Tampoco albergo idea de hacia dónde se dirigirá. Hay textos enormes que avanzan y otros que no parecen motivarse por el movimiento. Todos tienen ese fluir que se encrespa a medida que las palabras se engarzan. El que lee también experimenta ese festín de lo semántico. Sanciona el uso de alguna palabra y la reemplaza en su cabeza por otra cuyo desempeño en la frase le parece más correcto o aplaude en sus adentros la certera elección del autor, que dio con la idónea, como si ninguna otra pudiera valernos. Es la inspiración, ese don repentino o durable, esa reverberación interior que actúa percutiendo las sombras hasta que se iza de sus honduras la luz. No siempre acude al ser llamada y no es privilegio de escritores ni de músicos ni de cualquier otro gremio que aliente arte: es de quien no se conforme y codicie que lo creativo se imponga a lo rutinario. Tenemos la costumbre como patrón, pero es en su desafecto donde está la esperanza de que la vida eluda el gris y se corone de vivos colores, cada uno que decida su "pantone" privado. 


Todo lo que escribo busca comprender las razones por la que escribo. Incluso ese afán subyace cuando no se le reclama. De hecho, a poco de que se mire en detalle cada entrada, hay miles en El espejo de los sueños, se colige que hablo en esencia de eso mismo: de la relación entre el autor y su obra. Como una metafísica. Como un temblor que me sobrecoge cada vez que empiezo a escribir. Uno adquiere esa voluntad de avanzar a ciegas sin desearla, no la fuerza ni cree poder manejarse con cualquier otra herramienta. A veces se tiene una idea y prospera, pero es fácil que se deje convencer por otra y se desvanezca a poco de haberse echad a andar. Habrá quien me sancione por esa promiscuidad narrativa, pero lamentablemente es la que me hace disfrutar con lo que hago. Uso el adverbio porque albergo la esperanza de que esos procedimientos creativos permitan que otros los reemplacen. Tampoco me preocupa. Soy feliz así. Mucho, a veces. De pronto se te ocurre que deseas escribir y no piensas de qué podrías hacerlo. Se escribe para escucharse a uno mismo. Entra una frase que contiene asombrosamente el resto del texto.Es curioso eso: en el principio está el fin. Lo dejó escrito Eliot. La otra versión es la que aparece un asunto y la escritura se supedita a él, llamándolo, haciéndolo emerger. Lo que interesa, más que la rendición de una trama o el vertido de un argumento, es la bondad del instrumento, su eficacia, todas las indagaciones que misteriosamente se nos provee para que el texto concluya. Quién sabe si de una forma definitiva. 


Adenda

De la novela que acabo de leer (El reino, Emmanuel Carrère, Editorial Anagrama) me ha fascinado más la técnica con la que ha sido escrita (una especie de no ficción, de falsa novela, de artefacto de muy dispersos y variados engranajes) que la historia en sí, que hasta (en ocasiones) me ha resultado poco atractiva. La reconstrucción de la vida de los santos (de los apóstoles, de los cultos y de los que no lo eran, de los que difundieron el cristianismo en sus albores) no es un asunto que me fascine particularmente, aunque haya pasajes maravillosos, pero he devorado el tocho entero en pocos días, entusiasmado por el modo en que Carrére ha resuelto la obra. 


Adensa 2

El jazz es una especie de música que no sólo se preocupa de lo que cuenta (la melodía favorable o no) sino de lo que pone en juego para que esa restitución también fascine. Importa crear. Ese es el punto de partida. Investigar, ahondar en la idea de que la creación es la base de todo, en lo artístico, en lo científico, en lo vital también. Conozco gente creativa a la que me arrimo y a veces, en cosas sueltas que hago, me considero creativo. No porque escriba a diario, que no deja de ser un acto mecánico a veces, útil para mí, al menos, pero mecánico, sino porque formulo la escritura (la rendición de mi blog) como una obligación. Como quien se lava los dientes después de comer o rebaña con pan un plato acabado de buenos callos. 


Adenda 3 (jocosa)

Caerán pronto, amigo Antonio. 



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