Ser desocupadamente el claro vigía
que registra el rumor leve de las cosas
más pequeñas y no percibe la dura
comisión de las más terribles,
tan sólo saber oír a la hormiga
arrastrar una hoja y no sentir la tormenta
cuando arriba con escándalo arrecia.
Así trasegar con lo oscuro hasta que lo oscuro
prende su entero paisaje en el avisado ojo.
Así vivir con la inacabable inminencia del milagro
antiguo de la sangre desbocada en el cuerpo
y la urgencia del amor en el alma.
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