Night club de comarcal, once de la noche, se oye fango, turbia precisión de hombres oscuros que se resguardan del frío frente a un bourbon aguado y meditan las causas y los azares del mundo con un bourbon triste y aguado. Hay días que caben en el fondo de un vaso. Hay vidas que se cuentan en la vigilia ciega de la resaca. Son de la tibieza las palabras, que salen sin empeño y ocupan el aire quemado del local. Suena Tom Waits en un jukebox de mil novecientos setenta y cuatro. Alguien ha pedido que abran las ventanas por ver si afuera la luz no ha perdido su milagro dulce, su temblor sin daño, pero nadie ha escuchado.
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