Hay una disciplina en la belleza, un orden secreto que aprendió del caos, una urdimbre sin usura que humea como disparo, pero voz adentro, el olvido arde, lo inasible arde y el tiempo, oscuro, gesta su mecánica de impedimentos, su pulso de óxido y olvido, su costumbre de negar la cordura. Así un cansancio dulce nos invade. Así la belleza vela su códice exacto, su antojadiza maquinaria sin propósito. Caudal alentado de brío, agua sin aljibe ni rumbo. Luz que pulsa vida.
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