en la noche sin aristas obscenamente galopo un cuerpo, un verbo, una gota de luz que hiere la soledad, aquella herética promesa de fulgor, el brillo adolescente, el deseo sin argumentos, el vértigo inmenso de una vida, pero la voz anuncia sangre, sangre novicia, sangre perturbada, todos esos obscenos años de oleaje y grumos, los años de los pétalos y de la ceniza, todos invitan a pétalos, todos tutelan ceniza, tensar entonces el arco del azar, tan ajeno, la ponzoña en el metal, mírala, es tu espejo, cómo evitar la diana, dónde esconder la muerte tan estricta, la inútil fuga, la inocencia posee su palacio de invierno, su fuente ávida, su costumbre de hacer que el cuerpo desciende a su semilla, los días son números, habrá de cesar el cómputo, hay un un poema donde el amor procura alminares, báculos, pero aquí estamos, esto de no ser más que tiempo termina por enfermarnos, conserva la luz vestigios de un fuego antiguo, rumores de oro en el aire, vi adentro arder templos, la luz como Ícaro tensando de pájaros el cielo, la negra siembra de ceniza, la memoria acaba siempre por aturdirnos, son las viejas averías del alma, no terminan de irse, el invierno ofrece rigores espléndidos, la noche era un muelle y yo disimulaba el rubor en tu cintura, así los dos alumbrando prodigios, cópula sin contención, aire que estalla en el aire, la noche con alas como un arco bien tensado galopando furiosamente mi espalda, qué importa el pecho comido por los pájaros, qué dulzor delincuente el júbilo de estos desatinos, la edad nunca está de nuestra parte, era entonces dios el borde preciso de una palabra a punto de ser pronunciada, vibran a lo lejos las palmeras, está la noche cinemascope, va tras un rastro de caricias, el alma es polen, es semen, es un salmo, se le empiezan a encender a la noche todas las preguntas, dijo el poeta, una urgencia me escala el pulso, lagartija invisible me nubla la sangre, llueve de nuevo, yo sé que lejos de ti invadirán mi corazón las algas, como el río que se adentra en la noche, como la luz busca altura, como el oleaje, trémulo, repone su semilla, así mi amor te nombra, los días precisan su obediencia, el acatamiento de su discurso, la anuencia de su herida, da miedo pensar que se acaba muriendo uno sin haber sido héroe o temblor en unos dedos avaros o rosa que se yergue porque sí, ven esta noche,, tengo ese disco de chet baker que tanto te gusta, la vida siempre acude a la boca del náufrago, así nombra el sol, la arena, las hélices herrumbradas, he codiciado un extravío lentísimo de pájaros en un sueño, mis dedos tan pequeños profanando el silencio con tus dedos
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