(Pintada en un muro de mi barrio en Córdoba)
En realidad, a veces no cuenta escribir para contar algo sino escribir por el hecho mismo de la escritura. Como vivir para únicamente seguir viviendo. Cómo andar sin que importe lo buscado andando. Las otras veces, las felices en que algo de uno prospera en la memoria del lector y le causa el placer o la zozobra, son extrañas casi siempre. Ni uno mismo, tal vez animado a no ser duro en exceso, aprueba el texto, lo considera ajeno, hasta lo reprueba sin que duela la sanción. Sin embargo, hay veces en que todo cobra sentido y se dan las circunstancias más favorables. Creerse entonces alguien, un escritor, haber tenido la bendita ocurrencia de que unas palabras caigan bien a otras y comparezca la ilusión del trabajo bien hecho. Y que, aun borrado, alguien lo tutele en su memoria.
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