22.8.24
Historietas de Sócrates y Mochuelo / La belleza
La belleza posee su sintaxis, concede al orden una secreta obediencia, hasta ignora la sobrevenida injerencia del ojo que hace escrutinio de su esplendor, que será la verdad o el orden, según tercie Sócrates o Platón o quien confíe en que las palabras restituyan lo que no les está permitido. Porque la belleza es un misterio dentro de un misterio, un secreto tapado por otro. Mochuelo es la representación pura de ese milagro, contiene el don de lo inasible o de lo inefable. Todo lo que los demás digan está contenido en su esencia. Pensar es traducir lo que vivamente dicta el corazón, reacio a que se le tase y explique, aunque su concurso en el progreso del hombre haya construido templos y levantado civilizaciones. Hay un orden que aprendió del caos, cantaba Santiago Auserón. La belleza escribe con arcana vehemencia su coreografía de prodigios. El poeta toca su sustancia, pero no pasa de rasgar la superficie permitida. La belleza aturde, es emoción limpia, ese placer no transferible al mecánico y limitado discurso del verbo. La belleza es la imaginación del orden. Hay una disciplina dentro, a pesar de todo. Agua sin tiempo. Luz que pulsa vida. Quien vislumbra la belleza ignora la muerte. También sabe eso Mochuelo. Él es inmortal.
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