A la Inteligencia Artificial no se le concede el manejo del sarcasmo o de la ironía, formas refinadas del discurrir humano que simula. Ni siquiera el humor, que es un atributo saludable de la inteligencia. Todas esas construcciones del pensamiento le son ajenas, no hay manera de que su intendencia las comprenda. Podrá formular remedos aceptables, incluso dignos de asombro, pero le queda lejos todavía (ay, con qué temor calzo el adverbio) la escritura de lo sutil, toda esa elocuencia de lo maravilloso y trascendente. Su desempeño no se convida de lo mágico, apela al frío rigor de lo fijado y gris. Todo lo que el hombre urde para su recreo y consuelo más íntimos proviene de la creencia de que hay algo superior a él, que lo concierne y de lo que tal vez arcana y antojadizamente procede. El mismo arte apela a lo más humano, no intima con el promiscuo algoritmo. No debe, al menos. Ya se verá todo. Tendremos los ojos abiertos, queramos o no. Mochuelo no condesciende a la metafísica con la facilidad con que Sócrates se deja acariciar por ella. La mira de reojo y sigue a lo suyo. No se engolosinará pensando en el Dios detrás de Dios y en su mano al mover las piezas del tablero de las negras noches y de los blancos días.
31.8.24
Historietas de Sócrates y Mochuelo / La trama infinita
A la Inteligencia Artificial no se le concede el manejo del sarcasmo o de la ironía, formas refinadas del discurrir humano que simula. Ni siquiera el humor, que es un atributo saludable de la inteligencia. Todas esas construcciones del pensamiento le son ajenas, no hay manera de que su intendencia las comprenda. Podrá formular remedos aceptables, incluso dignos de asombro, pero le queda lejos todavía (ay, con qué temor calzo el adverbio) la escritura de lo sutil, toda esa elocuencia de lo maravilloso y trascendente. Su desempeño no se convida de lo mágico, apela al frío rigor de lo fijado y gris. Todo lo que el hombre urde para su recreo y consuelo más íntimos proviene de la creencia de que hay algo superior a él, que lo concierne y de lo que tal vez arcana y antojadizamente procede. El mismo arte apela a lo más humano, no intima con el promiscuo algoritmo. No debe, al menos. Ya se verá todo. Tendremos los ojos abiertos, queramos o no. Mochuelo no condesciende a la metafísica con la facilidad con que Sócrates se deja acariciar por ella. La mira de reojo y sigue a lo suyo. No se engolosinará pensando en el Dios detrás de Dios y en su mano al mover las piezas del tablero de las negras noches y de los blancos días.
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