Vasta, nocturna y honda, copula
la luz con las sombras, liba oro,
se recama del fulgor de lo eterno.
La sordina feliz de la vigilia perfecta.
Amor suspendido en el aire como polen.
Tenemos la secreta impresión
de que se cuida mucho
en no excederse más de la cuenta,
en no permitir que todo lastimosamente
sucumba y reine el gris o se festeje el frío.
Anuncia fascinación y también asombro,
la extraña joya que los días ofrecen
a modo de distracción noble y sencilla,
y así no pensemos en el desenlace tosco,
en su fuga turbia, en el imprudente epílogo.
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