Para Antonio Porras y Ana María Díaz, por las canciones que nos abren el día.
Cuando salió el primer álbum de Aztec Camera la banda se había inmolado. De ella Roddy Frame, que no fue miembro fundador, mantuvo el nombre y el espíritu pop durante quince años en los que reclutó personal mercenario para facturar seis discos de pop elegante. Tenían veinte años y se habían afiliado al ruido tropical y punk de los Clash, pero la música que amaban era más luminosa. Limaron la aspereza de las guitarras y les acoplaron una textura fresca de teclados para que aquel milagro casi adolescente fuera apto para cualquiera con un mínimo de sensibilidad armónica. Walk out to winter es la joya de la corona. Es un lenitivo contra la tristeza. Si te abate algún padecimiento y confías en que la música lo rebaje o lo cancele, esta es la canción. Más que la canción en sí, es un placer saber que existe, que podemos tener esos tres minutos a capricho de nuestro ánimo e izarlo si se abate o acariciarlo como una piel que se ama si de pronto la alegría nos recorre como un veneno dulce y contagioso. A mí, en ocasiones, sin que haya razones fiables que lo confirmen, me hace pensar en la Navidad. No es un villancico, es otra cosa, no se fijen en la brumosa letra, ni en el temple meramente tarareable, sino en su espíritu, en su fluir delicioso. Me conduce al árbol y al trineo planeando temerariamente por los tejados. Yo es que soy muy inglés en asuntos navideños, siento decirlo.
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