18.3.23

Borges

 



Leí hoy que Borges es la literatura y Bach la música. Si los hados o el azar o la conjunción de todas las adversidades cuánticas, teologales y logísticas borraran de la faz de la tierra a los escritores y se decidiera preservar uno como símbolo o como preboste de los que hubo, si en un mal sueño todos los libros fueron arrojados a la pira del olvido y uno solo prevaleciera, sería alguno de Borges. De no ser por Borges, yo no sería quien soy, si es que uno es algo. A Borges le debo mi amor a las letras, mi felicidad libresca, casi mi armonía con el cosmos. Porque hay días en que me siento feliz en el mundo y razono los motivos de esa dulce epifanía. Entonces pronuncio la palabra Borges. De vez en cuando, al entrar en mi biblioteca, me acerco a los tomos de sus obras completas y cojo un volumen. Abro una página y leo de pie un rato. Luego lo devuelvo al anaquel y casi me dan ganas de besar el lomo. Soy de Borges con absoluto encomio. Hay quien se reparte en los elogios, yo haré eso en el fondo, también tengo repartido el altar de mis devociones; quien admite las alabanzas al maestro argentino y hasta lo venera pública o veladamente, pero yo voy más lejos, mi gratitud es mayor. Como empecé a leer tarde, fue el primer autor que elegí para atravesar los páramos y los riscos de las letras. Fue una entrada gloriosa, difícil y gloriosa. No salí indemne. De leer nunca se sale ileso. La verdadera lectura curte como un sol a plomo sobre una piel que no se mueve. Hace unos años emprendí la aventura de releer todo lo que escribió. Solía empezar en verano, al encontrar el tiempo feliz de las vacaciones, y acababa hacia navidad. Era una lectura cronológica y reverencial. Parecía un conjurado al que se le ha encomendado una tarea y no tiene otra cosa a la que aplicarse salvo concluirla. Una especie de autómata consciente de la mecánica de sus actos. Pero es un fluir maravilloso cada vez que la retomo. En julio empezaré de nuevo. Compaginar las obras de Borges con las de Bach, se me ocurre. 

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