Quien sostiene la muerte de un pájaro en su mano adquiere la facultad del vuelo. Etérea facultad no tangible. No existe bibliografía alguna sobre la naturaleza del flujo del alma del ave a la de quien la porta, no se ha registrado evidencia de que el invadido por ese espíritu ice el vuelo, pero en ese prodigio imposible reside la misma naturaleza de la poesía. Es ahí en donde se ha confinado el numen. De la misma forma, obrado un milagro similar, el que acompaña la muerte de un semejante recibe sus tristezas y sus júbilos, los pecados que cometió en vida y las virtudes que lo engrandecieron ante los demás. Que no haya acto que corrobore esta mera especulación narrativa no significa en modo alguno que no pueda ser cierta. Es la dulce maraña (el estrépito, el delirio, la locura) de la fe lo que sustenta esta aseveración. En la poesía subsiste de forma primaria y pura otra fe, la de la belleza, que es conocimiento y es hondura del cuerpo al encontrarse con el espíritu. En lo invisible, en esa sustancia sin argumento, es en donde se arrima el asombro y abreva. El ala festeja el vuelo.
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1 comentario:
Precioso texto!!!Coincido totalmente!!
Muy buen domingo!
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