Anoche soñé que mis gafas era las de pasta de Bill Evans, soñé que me sentaba en un Steinway y tocaba para mis sobrinas Waltz for Debby en un salón estilo tudor con cuatro o cinco íntimos y me decían que muy bien, Emilio, aplaudían levemente achispados. La ginebra hace amistades imbatibles. Nos reímos con solemne festejo.
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El invierno en la estapa siberiana imprime carácter, camarada aterido.
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Un corazón robado al vértigo, un corazón plenipotenciario.
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Mi voz es pasto del musgo.
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Buenos días, Karlheinz Stockhausen, príncipe de las vanguardias, hoy todos los pájaros bendicen tu nombre.
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