Invierno
Porque la fe y el amor y la esperanza están contenidos en el invierno, te cuento al oído, nombrando a Eliot en una casa eduardiana, flanqueado de libros que huelen a fuego y a perro. Sólo a ti se te ocurre recitarme en tu inglés poesía clásica, me regañas. Afuera, en la carretera, hay un tío que vende castañas. La cerveza caliente me gusta lo justo, me he oído decir. Tengo el estómago vacío. Me quedan mil pesetas en la canadiense. Ya no hay lugar para la lírica entre los zurcidos del alma, pero te amo y me tiemblan las palabras en endecasílabo.
Verano
La piel huele a Coppertone y a sardinas y suena Bob Dylan en un coche a lo lejos, mientras una familia recoge los bártulos del domingo y tú me enciendes un Chester y me besas sin mirarme. El cámping no es el Waldorf Astoria y no tengo ayer con el que ocupar este ahora que me obsequia de prodigios y de cansancio y hace de vivir un secreto sencillo y muy puro, sin misterios ni hondura, con toda la evidencia del amor, oh dilecta mía, flor a la que agasajan los dioses, varada en la voz como canto. Like rolling stones, has dicho.
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