9.8.21

Una puerta


 

Hay una disposición de ánimo favorable que nos hace fijarnos tal vez más de lo acostumbrado en una de esas puertas a las que el desuso o el abandono han retirado su dignidad y parecen morir a la vista de todos. No hay parte de una casa que exhiba más vida que una puerta. Ni siquiera la ventana, con su curiosidad o su recelo sin disimulo, rivaliza con ella. Se abren y se cierran con absoluta determinación y he visto muchas, más en el sur en donde vivo, que en verano no se cierran nunca y exhiben la inutilidad del ajetreado zaguán o del salón primerizo. Tiene entonces la puerta dos recados que a veces se descuidan: el de representar un aplazamiento de la vida fiada al exterior o el de invitar a que no haya fractura y afuera y adentro solo sean eventuales disposiciones topográficas, nada que tomarse demasiado en serio.

Una puerta tan en franco deterioro como la de la fotografía (tomada ayer en una calle de Lucena) informa sobre el abandono y la clausura de la casa a la que dio servicio hasta que se le echó la llave definitivamente, quién sabría decir qué razones hubo, cuáles de ellas inaplazables. Una puerta cerrada es la interrupción de una costumbre. También una especie de milagro inverso: se piensa más en ella si la vemos devastada que si todavía se enseñorea su madera y su aldaba, el claveteado que la asegura y la recia compostura de sus bisagras. Cuando se le da mando al tiempo, él lo cubre todo de herrumbre y de desolación. No hay con lo que convocar de nuevo el tráfago del hogar, salvo que se haga venir a la memoria de los que franquearon esa puerta muchas veces y todavía pueden contar la vida yendo y viniendo por su vano.

El cuerpo también fabrica sus puertas y hasta idea qué llaves les convienen y a quién entregárselas, cada uno revise esa propiedad suya o de los otros. En realidad todo el cuerpo es puerta, una sin apariencia de puerta, sin arco ni pestillo ni pomo ni quicio. El tiempo la descompone y enturbia el apresto noble de los materiales que la sustentan. Nada que hacer contra eso, salvo que alguien tenga su historia y la traiga a conveniencia para que de nuevo cobre vida y aliente el cobro limpio de la luz que la cierne.

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