Fotografía: Marga Baena
En su terquedad sin propósito, la ola no festeja su urdimbre antigua, no lamenta sus muertos ni escucha la palabra de los poetas. Sucede para decir su salmo. Persevera sin por qué. Somos una especie de ola despojada también de propósito, una flecha cuyo arco maneja otro. Un reloj para nadie. Es ajena la noticia del aire. Hay un desvanecido asomo de certidumbre a la que el alma se aferra y de la que se alimenta. No busques más, no indagues, no sepas. Eres la terca espuma de la ola. Los días son el naufragio previsible. Cuentas, en el viaje, la rendición prolija de los prodigios; se afana tu voluntad en celebrar ese festín de milagros, pero sucumbes, aceptas sin dolor la derrota; desoyes la admonición del augur y escuchas con pudor, con gratitud, con esperanza, la música dulce del mar.

No hay comentarios:
Publicar un comentario