15.12.21

Swingin'

                            Frank Sinatra en el estudio A de Capitol en las tomas de Swingin' Sessions (1961)

 Hay fotografías que registran todo el esplendor del modelo que las ocupa: captan una esencia, el magisterio de su oficio, cierta voluta invisible de rara perfección que incluso ellos mismos desconocen y que la cámara roba. Hay quienes, gozando de genio, no han sido pillados en un momento de esta vehemencia estética y quienes, no abundando en carisma ni en talento, tienen la bendita suerte de que un fotógrafo, tocado por el numen infinito, los salva del olvido y los eleva, merced a quien sabe qué inargumentables premisas, al olimpo mismo. Esta fotografía de Frank Sinatra, en el antológico estudio de Capitol, donde grabó sus discos clásicos, cantando tal vez It's only a papermoon o When you´re smiling  (que era una de sus favoritas) o I've got you under my skin (una de las mías) pertenece al muy escaso inventario de obras maestras en las que se matrimonian todos esos elementos infinitesimales y mágicos que procuran, al final, todos ya hilvanados y en armonía, la perfección misma. Yo no me canso de verla. Además sé que detrás de la foto está la música: la que me ha hecho feliz y me ha entristecido, la que me ha zarandeado y me ha abandonado después sin atenciones, la que me ha dado más que mucha gente con la que comparto conversaciones y gestos. La música es la elocuencia a la que en ocasiones no alcanza la palabra o el gesto. Eso tiene Frank Sinatra, eso da su voz. Ninguna que yo recuerde, ni siquiera la de Billie Holiday, lograba transmitir la complejidad del alma humana como la que impostaba Frank. Si alguien desea rebatirme, proceda. No tendré objeción si quien elija me produce la misma turbación, idéntico estado de absoluta felicidad. 




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