Se anuncia un incendio en el desorden de la luz. Sucede cada vez que amanece, aunque no se aprecie. El rumor del aire trae un eco de pájaros a los que se les extravió la cordura y vuelan en un loco afán sin dueño. Otean el día como quien rebaña el sabor de un beso que no se espera. Es del amor el aire. Hay que precaverse contra ese fuego sordo. contra toda esa eclosión de tristeza que enmaraña el festejo de un nuevo día. Hay que conminar al ánimo a que deje que el caudal de claridad irrumpa y el corazón ejerza su oficio antiguo. La ciudad transcurre como un animal cercado por la prisa. Convoca presagios, urde un alarde de calles que no tienen propósito, sino sordo trayecto. Hoy amaneció con lluvia. Huele a esa tierra mojada que hace pensar irremediablemente en la niñez y en los juegos de los sábados. Ese tiempo de algarabía inocente, ese limbo con un trompo en el bolsillo y las dedos sucios de barro y de vida.
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