4.10.22

277/365 Inger Christensen

 


Inger Christensen escribe como si ella fuese la única que lo hiciera. Como si los demás fuésemos ágrafos. Como si no tuviésemos  con qué descerrajar los usos del lenguaje. Como si las palabras no interviniesen en la traducción de la realidad. Como si se construye el cielo cada vez que se le mira. Como si únicamente a la música le concerniera la ocupación del aire. Como si nada de lo que hasta ahora hemos dicho o hemos escrito o hemos oído o hemos leído tuviese relevancia alguna y urgiera contarlo todo de nuevo y arrimarle el fuego del origen. Como si la hierba acabase de brotar. Como si la lluvia se obsesionara por agotarse y luego se desdijera y extrajese el agua con morosa lentitud hasta que la tierra esté otra vez seca. Como si amar desgarrara tanto que se prefiriese merodear el amor y, más que consentirlo, se le observara desde lejos como el que contempla un paisaje que sabe ajeno o como el que reemplaza un dolor por otro o un sueño por otro sueño. Como si al derretirse la nieve surgiera el viento y el viento desentrañara al tiempo. Como si cada pequeña cosa que pudiéramos percibir contuviese a todas las demás de modo que entender lo que vemos sea entender el mundo. Como si se nos confiase un alfabeto con el que saciar la sed de las palabras y no diésemos con ninguna válida para entender al fresno cuando lo moja la lluvia o la zambullida del martín pescador en los arroyos o el ruido del junco si se quiebra o el de la tormenta cuando se aleja. Como si la oscuridad recordara al fuego como un mar de luz incesante. Como si una desolación modulara el vacío con el que abrimos el aire. Como si existiera el sendero que da a todos los paisajes. Como si una palabra que no decimos fuese la única que nos concedemos. Como si el hombre no se hubiese visto jamás. Como si ninguna casa nos acogiese. Como si una sola nube nos confortara. Como si las demás ardieran. Como si alguien me encomendase existir de verdad. Como si fantaseara el vértigo con la posibilidad de fingirse espejo. Como si un sueño arrastrara piedras. Como si otro las redujese a polvo. Como si al despertar la niebla fuese una oración. Como si escribiera el corazón. Como si la sangre se conjugara. Como si el silencio latiese. Como si pelo. Como si albaricoque. Como si danzáramos. Como si nos vieses. Como si todo. Como si cuándo. Como si que. Como si dime. Como si tengo. Como si me he abierto y estás dentro. Como si se desdijese la cordura. Como si los violines doliesen. Como si tanto. Como si escribir me importase. Como si leer fuese una bomba de cobalto. Como si isótopos. Como si hueco tras un hueco. Como si, más que creer, debiéramos sentir. Como si estoy de pie y soy un reloj. Como si el verano fuese solo polen. Como si solo cuenco. Como si yema íntima y delicada de un dedo rozando con pudor la punta de una lengua timidísima. Como un poeta desprendido de todo lo que sabe y expuesto a la luz. Como si no pudiese acabar. Como si no hubiese empezado. Como si dios me asistiera. Como si soy fiebre yendo y viniendo como una brújula loca. 

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