1
A la gente le gusta que se la advierta, pero luego hace lo que quiere. Hay quienes caen y no se levantan. Miran el cielo temblando en la bóveda del azul. Dejan que unas hormigas se encaramen al pantalón y fatiguen la sima de un bolsillo. En cuanto se ponen en pie, al considerar la circunstancia de la caída, se dicen que se estaba bien ahí tirados. Algunos lamentan que sea el azar el que los derribe y fuerzan venirse abajo de nuevo, las veces que haga falta. Cada vez tardan más en levantarse. Hay que cuidar no tropezarse con ellos. Los más hoscos te increpan si los pisas.
2
Ella escribió un verso: declina la tarde mientras apuras un café. Él lo leyó sin demasiado interés y acabó el suyo. Se hizo de noche.
3
En lo que a mí respecta, no pienso viajar nunca más. Se está bien en casa. Hay una maceta en la terraza que riego a diario. Le pongo música de cámara. Ella crece alegremente. En algún país lejano habrá alguien que viaje continuamente y no tenga macetas en la terraza a las que les arrime música de cámara. Es un mecanismo de compensación. Un cuadro que alguien está pintando todavía.
4
Después de haber discutido con mi esposo las bondades del matrimonio, me sugirió que nos divorciáramos para discutir sin estorbo.
5
El árbol ya no era el árbol bajo el que se besaron hacía cincuenta años esa misma noche, pero permanecía erguido y había un corazón raspado en el tronco en el que no estaban sus iniciales.
6
Hemos ido al supermercado a comprar leche, galletas, lejía, pan, cerveza, servilletas y merluza. Al volver, un perro se ha cruzado en la carretera. Al atropellarlo, dijiste: "No querrás que tenga apetito esta noche. Me daré una ducha y me acostaré a leer un poco". Ella no contestó. Cuando recogió los platos y puso el lavavajillas dejó un papel sobre la mesa de la cocina. "He vuelto a ver al perro muerto. Le he hablado de ti. Le he dicho que no has cenado".
7
Ella entra en la habitación de hotel. Deja una maleta de mano en la cama. Entra en el cuarto de baño. Imaginamos que se está aseando. No tarda mucho. Sale con ropa cómoda, como de andar por casa. Abre el cajón de la mesita de noche y saca una biblia pequeñita con unas letras doradas. Lee unas páginas. Se la ve ensimismada. Más tarde abre la ventana y arroja la biblia a la calle. No se queda a ver dónde cae. Luego llama al servicio de habitaciones y se queja de que no hay biblia en el cajón de la mesita de noche. Le suben uno y hace exactamente lo mismo. Lee unas páginas. Se la ve ensimismada. Abre la ventana. La arroja. Llama al servicio de habitaciones. Cuando la situación se hace insostenible y el gerente la reprende, ella entra al cuarto de baño, se viste más formalmente, coge su maleta y baja a recepción para abonar el día o la parte del día en la que ha tenido uso de la habitación. Coge un taxi. Le dice al taxista que se detenga en el hotel más cercano.
8
Fue besarle y saber que no volvería a besar a nadie nunca más. Fue mirarse al espejo y saber que no tendría que volver a mirarse de nuevo.
9
Cada ciudad es un hotel. Todos los hoteles son el mismo hotel. Una vez que has dormido en uno, puedes decir que has recorrido el mundo
No hay comentarios:
Publicar un comentario