11.3.21

Dietario 70

 Hay palabras de una dulzura tan inmediata que las hacemos nuestras, aunque no tengamos idea de lo que significan. Acude una especie de instinto semántico que nos predispone a adoptarlas y hacer de ellas algo nuestro. El hecho de que se nos revele su contenido puede incluso no atenuar la valía de su primera propiedad al modo en que descubrir faltas en la persona en la que amorosamente nuestra atención primeriza no la aparta y proseguimos con ciega devoción ese afecto que le hemos dedicado. Las palabras anticipan un significado del que en ocasiones carecen. Poseen ese apresto fonético único y conquistan al que las escucha a pesar de que más adelante podamos censurarlas. Su grandilocuencia no es sólo melódica (sí, las palabras tienen una melodía interior) sino también poética. No cuadran algunas, una vez que las hemos abierto en canal, ofrecida toda su maquinaria narrativa. Por eso las palabras hermosas hacen que sintamos una punzada de adhesión al escucharlas. Pueden estar emboscadas en otras, apenas visibles, pero inmediatamente que afloran destronan a las otras y se arrogan la responsabilidad del mensaje. Porque las palabras seducen. El mismo verbo que he usado (aflorar) suscita una atención a la que no alcanzarían otras. Las palabras afloran, salvan la mediocridad y se invisten de belleza. Qué hace que una sea más valorada que otra de manera unánime es algo que no podemos comprender. La misma poesía surge de esa incertidumbre, la de no saber, la de tantear (otro verbo que interrumpe la mediocridad de las palabras que lo escoltan dentro del texto en el que se inscriba) y la de seducir. Nos gusta lo que nos sorprende. Afuera de esa epifanía, en su derredor cartesiano, mensurable, todo se conduce con absoluta grisura. Es asombro lo que de pronto agita el corazón y abre los ojos. Todo lo que nos concierne se expresa a través suyo. La literatura. El amor. La vida. Hay dulzura y hay inocencia en él. Hoy mismo he tenido ya mi ración de asombro y el día a punto de ofrecerse (es temprano, no han pasado muchas cosas aún) invita a él con insistencia. 

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