11.6.24

Canción de posada


 Es grato ver al caminante 

cobijarse en la posada,

defenderse de la lluvia y de la noche,

invocar al dios de la cosecha,

prendarse del olor del vino,

ufano del fragor ebrio de la sangre, 

desplomarse más tarde en el camastro

tal que yerto fardo, aire ardido, 

sin deseo de fatigar el pasillo 

donde buscar un cuerpo cómplice 

en el que festejar con ciego arrobo

el estupor feliz de la carne, 

no dar entonces con la puerta

 tras la que acaso la hija del posadero, 

arreciada de frío, 

seda pura en sed de hombre,

ansía que un cuerpo joven y diestro 

le haga arquear el suyo 

en la sábana en la que su soledad fallece

y la virtud manche de loca sangre

el blanco severo de la blonda triste. 

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