28.5.24

Bodegones


El bodegón es un género pictórico en el que pueden exhibirse juntamente, sin que chirríe la alianza, un puerro, una escopeta de caza y un faisán muerto. También tenedores, un mortero y un puñado de monedas antiguas. Es cosa del que pinta el colocar todos esos objetos de modo que parezca que el azar los dejó así y no quepa imaginarse otra composición, ni otro inventario de piezas interpuestas. Es al pintor al que le incumben esas afinidades selectivas y al que observa la obra le corresponde aceptar esa imposición a la realidad. No hay creación que no suponga una brusca irrupción en lo real. De no ser (o no estando, más apropiadamente escrito) pasa a estar y al gerundio siendo, a pertenecer a la compleja maquinaria del cosmos. Ahora un cabeza de ajos, ahora una navaja abierta. Luego unos limones y un sandía. El bodegón de la realidad es también una composición en apariencia caótica, de frágil recuento, pero quizá todo observe un respeto, tal vez crear sea, en el fondo, un contribución al hambre infinita del hombre por dejar un huella. No solo hay agujeros negros, estrellas enanas, planetas, nubes, latas de coca-cola, abetos, poemas de Safo, pianos Steinway, botellas de agua, anillos de boda, perros, almohadas, bufandas, avispas asiáticas, cremas faciales, párrocos o inspectores del fisco. El cosmos posee un registro secreto de las cosas que han ocupado un lugar en su vasta y honda topología. No es cosa de que yo ahora cuele la injerencia divina y sostenga que hay un Hacedor contable, como una especie de Aleph. 


Uno puede ir de un bodegón a Dios sin salirse una brizna de la lógica cartesiana del texto o de la vida. Se puede prescindir del viaje de vuelta y quedarse en un lado. Siempre se está en un lado, siempre escoge uno con el que se desea adornar la estancia en la que va a permanecer. Hay paisajes que son tan nuestros como la piel que gastamos o las palabras que decimos. Todos los pisos de alquiler tienen bodegones en las paredes para que la presencia de la divinidad cuide de los inquilinos y les preserve de todo mal. Dios proteja cada rincón de esta casa, se lee con frecuencia. En un piso que alquilé había uno que se parecía mucho a éste. Creo que todos los bodegones se parecen entre sí. Hace tiempo que no pienso en todos los pisos en los que he vivido. Llegarán a diez, contando los eventuales y los más duraderos y en el que vivo ahora, la casa que parece definitiva, eso nunca se sabe. En el actual no hay bodegones en las paredes. No ha sido una decisión razonada. Vienen así las cosas. De pronto caes en la cuenta de que tu piso no tiene bodegones y buscas uno que pegue con los muebles o con el color de la pared o no irrumpe ese pensamiento y el bodegón no acude. Tampoco la vida que se anhela, aunque baste no pensar en ella para que todo cobre sentido y el sol (el de este martes es de una pureza que ya intimida) haga su festejo de luz en lo alto. 

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