17.5.24

Tentativas espirituales de un árbol

 


Tentativas espirituales de un árbol 


“Quien se ha encontrado a sí mismo ya no puede perder nada.”


La verdad nunca es vana. Aforismos

Stefan Zweig


A un árbol le convino prescindir de la tierra. 

Se quiso ver izado en íntimo ayuntamiento con el algodón del aire, flipar en la comisión de las nubes, convidarse de viento. El árbol se ha declarado pájaro. Ya no son de barro sus palabras. Festejado el vuelo, el árbol de pronto declina perseverar en todas esas maniobras aéreas y urde un descenso alocado al azul sin brújula del agua. Esa indagación acuática lo abate en una tristeza líquida de la que se zafa al comprender la verdad pedestre y glauca. Envalentonado, se decide a brincar por el campo. Las distancias son alicientes para su improvisada y feliz disposición locomotora. No contento con la adquisición del desplazamiento, se detiene. Su corazón se desquicia al no dar con una residencia fiable. Finalmente, cansado, contrariado por el trasiego, echa raíces. 


No hay árbol que no haya sentido la llamada del aire, ninguno que no anhele el tumulto del agua. Si se acerca el oído al tronco, podemos apreciar su mansa obediencia a la tierra. Late como un corazón que ya se ha encontrado a sí mismo y no tiene nada que perder. Un árbol muerto es el vértigo roto del aire. Ni la lentitud lo abraza. Su raíz es una plegaria ensimismada, una catedral de rizoma y frio. Un árbol muerto es la constatación de una homilía sorda. De invisible que se hace, podemos escuchar su piel. Quien desatiende la visión de un árbol ciega el latido de su sangre.

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