11.5.24

Rubens con señora


 


Hay cosas a las que uno presta una atención distraída o ninguna, ante las que pasa sin detenerse, no percatándonos de que probablemente nos perdamos algo hermoso a lo que estamos dispuestos a renunciar. Se puede vivir una vida entera sin apreciar la belleza, pero no sé si es en verdad entonces una vida sentida o es otra cosa: tan solo la costumbre de los días con sus noches, el tráfago penoso del tiempo, con sus miserias enormes o con sus dolores imperceptibles. La fascinación que produce la visión de la belleza no se parece a ninguna otra. Está cuando irrumpe el alma en vilo, sobrecogida, está uno débil, rendido, mejor expresado: no se le ocurre batallar contra lo que observa, plantear alguna contienda contra el objeto que lo traspasa, del que se impregna. Da igual la experiencia adquirida, el conocimiento poseído, el arte - la belleza, la gran belleza - aturde, anula, pero no empobrece, no excluye, ni daña. El arte es un artefacto de muchas capas, un objeto que en realidad esconde muchos objetos. Un palimpsesto infinito. 

El cuadro de la fotografía está enmarcado en la fotografía en sí, que es otro cuadro súbitamente sobrevenido. Incorpora a la señora, cuya injerencia mueve el punto de referencia, que puede dejar de estar en el cuadro mismo y alojarse en ella, en el pie derecho levemente levantado, como si estuviese aupándose, izando la vista por afinar la mirada. No afinamos la mirada, no nos esforzamos en ese sencillo acto de reivindicación de la posesión de la realidad. Somos dueños de la realidad, pero no hacemos uso de esa propiedad. Desatiende uno la maravillosa riqueza que se abre delante y a colores se despliega como un atlas, como dijo el cantor, pero podemos educarnos para que lo observado perdure, para que el acto de mirar trascienda o para que - ya acabo - mientras miramos se produzca el milagro de las catedrales, esa sensación de sentirse algo irrelevante, de aceptar que hay cosas prodigiosas y que están ahí para que las abramos y veamos, capa a capa, qué hay dentro, hasta qué punto pueden hacer que nuestra vida, ay, sea más feliz. Igual se trata solo de eso, de que la belleza nos haga más felices. Más inteligentes y más felices. El cuadro de Rubens con la señora adentro es un excelente modo de pensar en ese regalo inadvertido. Rubens aplaudiría. 

No hay comentarios:

Las cuentas del poeta

Un hombre abre con desmesura sus ojos hasta que arde. El fuego ocupa la tarde que bulle como un beso novicio. Este desnudo en mitad de un su...