15.5.24

Bodegón


En responderse cómo se muda la edad,

tarda uno un tiempo formidable

que bien valdría emplear en propósitos

de mayor hondura y de más noble fin.

Domeñar oleajes, varear el aire,

declamar sonetos, inventariar los vicios del alma,

pintar un friso de ciclámenes y jacintos,

vivir sin pesares ni presagios una vida de fábulas y oro,

urdir pequeños prodigios que alivien la dureza de la travesía,

asumir el fardo torpe del cuerpo,

escribir a la caída de la tarde un panegírico

alegre y frívolo que desoiga la crudeza del empeño.

Así afanar al pecho la dicha del loco corazón en su tumulto de sangre.

Así convocar el numen de lo etéreo

mientras el vértigo y la fiebre coronan un risco

y anhelan agonizar en mi carne. 

 


No hay comentarios:

De la mudanza del espíritu

 Al  principio uno se desdice sin empeño, pero con prontitud adquiere destreza y se gusta en la impostura. Cree tercamente que hay que conve...