25.9.23

Elogio de la iridiscencia del alma

 El dolor es siempre pregunta y el placer, respuesta.

Paul Valery 


El alma, a pesar de no ser algo tangible, posee una iridiscencia, un fulgor, formas donde la luz hace sus juegos y el resplandor (con su majestad, con su nobleza) irrumpe y luce. Al alma no se le da el predicamento debido, se la toma con ligereza, se tiene de ella esa percepción entre lo metafísico y lo pedestre en la que siempre sale perdiendo la certeza. No es de verdades el alma, ni de consenso. Hay quien la niega y sostiene que todo es una especie de ecuación interior en la que los términos en liza litigan su comparecencia con argumentos cartesianos. Yo prefiero pensar que no somos una incógnita despejada tras severas pesquisas científicas, sino una metáfora, una tentativa de infinito o un libro de arena o de agua al que no se le asigna un cese y se expande y transcurre mágicamente en quien lo abre y lee. También somos una respuesta a una pregunta que no conocemos, una afirmación hermosa, un canto de luz, un verso de un poema universal. 

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