En un poema de Houllebecq había palmeras y amantes hindúes. También una piscina en la que el poeta hubiese querido pasar tres años. Quince. No presumo a estas alturas de memoria. Se ha empequeñecido, ha ido perdiendo esa pujanza primeriza en la que uno era capaz de recordar detalles irrelevantes como si fuesen la sangre que mueve el corazón del cosmos. No es la edad, no es algo de lo que ahora yo me queje, ni debe ser el cansancio, ese decaimiento lento y sin estridencias con el que el cuerpo evidencia un lamento, una figura casi puramente lírica: es la piscina en ese poema, que no he buscado en el libro, que ha irrumpido a su voladizo capricho en esta parada de autobús en la que espero que me recojan para ir al trabajo. Ahora veo pasar coches. El poema se desvanecerá en el trasiego de la mañana. Haré informes y levantaré actas.
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1 comentario:
Y como siempre una belleza que nos dejas ante los ojos, precioso texto por donde se lo mire, nostalgico quizás , pero no por eso pierde el encanto y la sensibilidad del momento que describes. Un abrazo Emilio .
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