21.3.20
Creo en los abrazos
Dios estaba en las letras que esta mañana escogí al azar en el juego del Scrabble. No tuve que componerla: salió sin que yo forzara la unión de una letra y de otra hasta que se conformara la palabra. Luego no pude colocarla, deshice ese pequeño prodigio alfabético y coloqué las piezas que pude. No gané. Dios no estuvo de mi parte, ni siquiera me permitió incluirle en el tablero. Cuando se deja de creer en Dios, se cree en cualquier cosa, sentenció G.K. Chesterton. Cuando acabó el juego, miré al cielo, no era mi propósito dar con una señal, no la habría, por más que el día a esa hora mudaba a un gris del que no se ha desprendido en toda la tarde. Sentí un propósito, una especie de guía para acometer la dureza de estos días. No fue una iluminación divina, ojalá hubiese sido, no tengo el radar que sintoniza con esa emisora, pero de pronto adquirí la voluntad de creer en todas las cosas que me satisfagan. Creeré en Dios si es que encuentro placer en que me acompañe, no hay razón para que desatienda su llamada, si es que se produce y yo la percibo y la hago mía. Por lo demás, creo en los míos, creo en muchos a los que ahora no veo y que sé que abrazaré. Faltan abrazos, tendrán que venir, se están haciendo de rogar. Creo en los abrazos. Ahora que no nos los damos, creo más en ellos. Maquiavelo, tan taimado, tan retorcido, escribió que es fácil hacer que alguien crea algo: lo difícil es que esa creencia permanezca, introducir los mecanismos necesarios para que esa fe recién desplegada no flaquee y se consolide, incluso que adquiera lustre y se perfeccione. No sé por qué me he acordado de ella. La cabeza va por su lado y yo por el mío. Hay cosas que ella me insinúa y acepto y otras que, si yo no las amonesto, florecen y toman vida, pero también están las otras, las que se escoran de la razón e irrumpen a su antojadizo capricho. Hoy en el Scrabble vi a Dios en el tablero, pero luego no pensé en él. Habrá quien me contradiga y hasta quien asegure (es fe eso de asegurar sobre asuntos tan frágiles) que Dios sí piensa en mí.
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