2.2.20
el poeta está en la terraza de un café en una gran ciudad, una concurrencia de curiosos se le arrima por ver cómo escribe el poema, por ver la naturaleza mística, por ver el esplendor epifánico en su rostro, pero el poeta se levanta, paga la consuimición, un té negro, y huye por las aceras perseguido por una invisible turbamulta de alucinados, luego relee el poema como si no fuese suyo y lo olvida
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
La nieve en Lucena
No atino a encontrar razones, quizá la falta de tiempo o que no haya tenido quien me inicie, una mano precursora, un espíritu generoso, los ...
-
A elegir, si hubiera que tomar uno, mi color sería el rojo, no habría manera de explicar por qué se descartó el azul o el negro o el r...
-
Almodóvar c arece de pudor. Hitchcock tampoco era amigo de la contención. Cronemberg ignora la mesura y se arriesga continuamen...
-
E n ocasiones, cuando se ponía sentimental, mi padre me concedía una parte suya que no era la acostumbrada. Abría el corazón, mostrab...
No hay comentarios:
Publicar un comentario