25.1.20
Dibucedario de Ramón Besonías 2020 / 19 / Gregor Samsa
Lo verdaderamente doloroso en la historia del oficinista Samsa no es tal vez que amanezca transformado en un bicho, no sabemos con seguridad si insecto u otra cosa, tampoco las causas de la metamorfosis, sino el hecho de que esa circunstancia trastoque su rutina y falte al trabajo. Hay una certeza imborrable: la de asistir a la claudicación de un individuo (ataviado con la misma humana fragilidad que detenta cualquier otro) y la construcción (brusca) de una criatura patética y repulsiva, con la que se presenta en la narración y que la condiciona enteramente. Borrados los rasgos humanos o arrumbados a un confinamiento remoto de su cabeza, el monstruoso Gregor Samsa reclama humanidad a los suyos, pero no la consigue, lo cual refuerza la suya propia, incluso vestida de horror, manifestada en la tristeza de los ojos, quizá no hubiese más indicios de que ahí adentro se afanara por aflorar. Kafka dejó instrucciones a su editor sobre la conveniencia de que ninguna ilustración acompañara al texto. No quería (se obstinó mucho a ese respecto, al parecer) que el lector manejara información añadida a la vertida por él, al texto brutal y sin concesiones. Todos somos Kafka a veces. Nos acostamos siendo una cosa y somos otra al levantarnos. Se tiene constancia de esa aberración, pero no nos parece diferente a la que sufren los demás, que exhiben el mismo desquicio físico. Todos somos Gregor Samsa. Estamos postrados en una cama, el vientre se abomba monstruosamente y al costado nos crecen alarmantes patas. Perpleja, la familia nos conmina a que nos recluyamos. Por el bien de todos, por el nuestro. No somos dignos, parecen decir. Damos miedo, somos el miedo. Kafka no bruñó a su criatura, la alumbró sin que ninguna de sus deformidades constituyeran amenaza, pero todo él era una amenaza. Igual que no sabemos las causas por las que Joseph K. fue condenado, tampoco sabemos las que llevan al postramiento (aunque tenga alas, eso es un detalle importante, el hecho de que no acabara volando Samsa) y a la humillación física y mental. Duele (al verlo) la humanidad que no acaba de aflorar e imponerse a la mutación que nos cuentan nada más empezar el relato: se queda abajo, no prospera, se da por hecho de que no habrá vuelta atrás. Es la evidencia de que no podemos confiar en que mañana no seamos nosotros los mutados.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
La mujer pembote
Me agrade rehacer cuentos que hice. Les sucede a los cuentos lo que a las personas. No son los mismos, cambian cada vez que se leen. Ya sab...
-
A elegir, si hubiera que tomar uno, mi color sería el rojo, no habría manera de explicar por qué se descartó el azul o el negro o el r...
-
Con suerte habré muerto cuando el formato digital reemplace al tradicional de forma absoluta. Si en otros asuntos la tecnología abre caminos...
-
Celebrar la filosofía es festejar la propia vida y el gozo de cuestionarnos su existencia o gozo el de pensar los porqués que la sustenta...
No hay comentarios:
Publicar un comentario