14.8.20
Hitchcock / Pieza 2
Papá Hitchcock fue un buen atormentado: sólo hay que ver la letra pequeña, el fotograma discreto y oculto, con la que manuscribía todas sus ensoñaciones plásticas y morales. En el trance que le ocupa (la foto es del inmenso Avedon) prefiguro que no sobrevuela el tormento habitual: la clarividencia racional frente a la sugestión cristiana, la Biblia frente al Daily Telegraph, la cruz en el altar frente al dolorosísimo tirón hormonal que causa una buena rubia en un plató. Todo eso queda fuera de la instantánea: papá Hitchcock no está rezando; tampoco entona labios adentro una plegaria. Yo creo, mirando a fondo, echándole un rato a husmear en la trastienda de la luz y en los pliegues del rostro, que está pidiendo perdón al timorato, al pacato, al triste de luces que no ve, entre la morralla psicológica, las fugas, los claroscuros y las intrigas antológicas, el dolor cristiano de este hombre, su carga moral, ese limbo de lo humano en el que el artista explota como una estrella de veinte puntas. Le está diciendo: Mire usted, señor espectador, es verdad que en mis películas he puesto al inocente frente a las cuerdas de la justicia, que he escondido monstruos en sótanos, que he intentado desbocar su corazón hasta hacerle pedir basta, pero yo en el fondo soy un atormentado, un teólogo al que le fascinaban los misterios del thriller moderno, un hombre a caballo entre Chesterton y Sherlock Holmes o entre la Highsmith y George Kaplan, aquel hombre invisible que jamás arrugaba sus trajes. Así que deje usted que me excuse, entornando los ojos, juntando las manos, apretando el corazón mientras lata un puñado de maligna sangre.
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1 comentario:
ajjaajjajajaja me encanto!!!! sublimeeeeee...y cuando era niña las miraba...porque en mi casa no se perdian ni una sola de sus apariciones...aprendi a gustar de ellas!
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