8.8.20

Bosquianadas XI / El jardín de las delicias

El jardín de las delicias (1500-1505). Tabla central
Texto extraído de la canción con la que finaliza la película de los #MontyPython, La vida de Brian. "No te quejes, silba. Y esto ayudará a que las cosas salgan mejor. Y... Mira siempre el lado brillante de la vida. Mira siempre el lado bueno de la vida".



Se apresta más al negocio de las palabras la alegría que la felicidad. No queremos ser felices, queremos estar alegres. Esa sensación dulce a la que viste la risa y cierta ebriedad en los sentidos. En cuanto cunde la alegría el cielo es de un azul más rutilante y el mundo gira con más armonioso embeleso. No siempre está uno inclinado a que esas sencillas coreografías del ánimo irrumpan en el alma y la colmen, pero en los momentos en que esa fortuna nos invade todo recupera el fulgor perdido y los problemas (los que hubiera, cuándo no hay) decaen, se apartan durante ese pequeña epifanía del espíritu. Le damos a esa afección interior un rango de importancia casi siempre rebajado. Reír es rendir la inteligencia: esa ha sido la (equivocada) máxima conocida. Pero reír es la expresión más alta de esa inteligencia. Incluso reírse de uno mismo como expresión tangible de una realización personal a la que cuesta llegar o a la que no se llega nunca: conocernos, saber de nosotros cuanto necesitamos para mirar el lado bueno de la vida con el mismo desempeño que el malo, al que se le suele dar más literatura. No está la cosa para reír, desde luego. Quizá por eso debiera tomarse con humor la debacle y extraer algún momento divertido con ella. Montaigne decía no hacer nada sin que lo animase la alegría. En el plano educativo (septiembre es una cota altísima) habrá que confiarse nuevamente a ella. Por los niños. Por que no se crean que alrededor todo es gris y sucio.

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