tristeza magenta uno once
esta caligrafía rota sin bruma ni mordisco se hace polvo de estrellas, se hace escritura, brújula para túnel o fábula, un pequeño incendio bebop que vence la oscura, la quemada historia de las palabras y asciende la tarde hasta pesar como un adjetivo sin romper todavía, un adjetivo del tamaño de un niño que gime en un sueño, los adjetivos tienen la vida interior de la que a veces carecen quienes los manuscriben en una servilleta de un bar de copas mientras suena el amor supremo de john coltrane en un solo que parece provenir de la panza de una ballena o del áspero fluir de una hormiga, entonces miro hacia el adentro de la propiedad más oculta del tiempo, miro con vocación de pájaro que otea, me queda toda la vida para desabotonarme del todo y tumbar mi cuerpo en la intemperie infame de las horas, todas matan, dicen, la última hora debe ser la hora de la poesía, morir tal vez después, morir debe ser entregar un último verso, en ti todos los versos se parecen a un único gran verso con sordina, oh, john coltrane, tocas my favourite things en la panza de la ballena, en los cubitos de hielo del alma, como jonás el profeta escuchando la voz de dios ir y venir, como el verso abierto con el que el universo celebra su festín de secretos, un pequeño incendio acecha en las avenidas, en la fronda del bosque de piedra antigua, en los índices de las novelas de amor, en las calles del sector sur en córdoba, en la playa de mil novecientos setenta y ocho, mi abuela cuidando de que no falte ningún nieto, estqmos todos, mi prima rosa, mi primo paco, mi primo rafa, mi primo juan, mi prima maría luisa, mi prima ana, estamos jugando en la arena, recuerdo a mis primos riéndose como si fuese la primera risa depositada en el mundo, reírse es negar a dios, el que se ríe no le teme a la muerte, no tiene que pensar en cómo se salvará, en los dones de la eternidad, en la luz mortecina de los sótanos o del mar, en quién vendrá a echarle una mano cuando el agua le llegue al cuello y los pulmones cuenten batracios, naufragios, borrascas, gusanos, pequeños pecios de espuma sin aire, reírse es una síncopa con colmo, un arpa terrible en las honduras del viento donde el dolor barrunta preámbulos de la misma muerte, y está aqui la mañana espléndida y las nubes son un animal quietísimo, no tengo nada con lo que consolarme, anoche soñé que la ballena me daba un bocado, zampado el poeta, convertido en plancton lírico, en luz mordisqueada, en fábula sin fuentes, estamos en un vértigo de niebla, le digo a dios, le hablo con el alfabeto de los árboles, estamos los dos apedreando perros, mintiendo en los púlpitos, él tiene la barba blanca, yo tengo la barba blanca, escribo porque pronto olvidaré lo que digo, porque john coltrane me escolta, porque la ballena me viene grande, porque el día sucede sin que se descuide la luz y contradiga su antiguo oficio de flecha, porque duele el hombre y está hueco

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