Finjo que soy un alienígena que ha ocupado el cuerpo del primer terrestre que ha encontrado, que he resultado ser yo. Actúo sin oficio, un poco a locas, porque es la primera vez que un alienigena habita en mi interior. Aún así, creo firmemente en la mudanza y me siento otro, aunque sea el mismo; interferimos lo justo uno con el otro, él me deja progresar en lo alienígena , en lo más suyo, y yo le permito manejarse en mi desempeño humano. Él me deja hurgar en su alma y yo le facilito que trastee en la mía. Yo, en esta cohabitación casi metafísica, bebo la cerveza de costumbre, leo el mismo periódico de siempre y me quejo de las cosas de las que suele quejarme habitualmente. Él (entiendo que igual es ella, no tengo certezas aún en esa materia de género) va adaptándose en la medida en que yo lo hago. Soy una vaina cómoda y no creo que presente queja alguna. Ignoro quién tiene más gobierno en el timón de las cosas. Igual es él (o ella) quien escribe esto, aunque teclee yo el móvil bajo este árbol. Mi hijo me pidió que le llevara al cine. He visto la película como la vería un alienígena, y al hijo le he hablado con el candor paternal que despacharía un alienígena al conversar con el suyo. Como no ha expresado extrañeza alguna, le confieso a mi hijo que no soy su padre. O que una parte del padre que soy tiene un invitado, un pasajero. Él añade que tampoco él es Luke Skywalker. Estoy pensando seriamente en dejar de fingir y darle puerta. Un mal padre. La parte alienígena está ganando enteros. Como experimento ha estado bien, me digo por convencerme, pero temo que el intruso pida asilo orgánico y luego no pueda largarlo o que le tome cariño y mañana no le apetezca que yo me tome mi café de primera hora y haga unos largos o retome la novela que empecé (iba a escribir empezamos) anoche. Mi mujer no se ha coscado. La conozco lo suficientemente como para desdecirme. Igual ha encontrado un nuevo aliciente en nuestro matrimonio. Al salir de la piscina vi una nave sobrevolar el cielo de Marbella. No sé quién mira desde cualquier imposible ventana, quién de los dos escribe este relato.

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