25.4.21

Dietario 102

de lo que no me conforta, de lo que me excluye, de las mesas sin recoger, en una terraza de un bar, de las palabras a medio decir, en un sueño, de todo lo que aplaza la felicidad y da al día  el tono gris de los poemas tristes, el día en que uno escribe un poema triste ya no sabe cómo levantarlo, se aplica, se esmera y se esmera mucho, pero no se le van de la cabeza las palabras y el poema ronronea en la cabeza, que es donde están al final todos los poemas, yo tengo en mi cabeza todos los poemas que he escrito, los tristes son los que más duran, los que menos se dejan intimidar por mi voluntad de ser alegre y de poner la alegría en la ventana mientras suena una melodía pop, tres minutos de azúcar, si no fuese por las melodías pop mi humor sería gris o no tendría humor, no lo tengo casi nunca, aparento que hay uno, pero es un humor de circunstancias, como una mosca que de pronto se para en el brazo y la violentas con un gesto, la mosca siempre huye, no hay quien la convierta en una mosca muerta o una mosca moribunda, da lo mismo, lo que importa es ir avanzando y no sentir que me distrae una mosca, una mesa sin recoger en una terraza de un bar o un pobre en la puerta del supermercado ayer, clamando justicia, pidiendo un marcas blancas, pero el pobre sigue ahí, a dos calles de aquí, y yo estoy escuchando pop, escribiendo en plan disperso, ocupado en distraer la mañana del domingo, mientras escucho a charlie parker otra vez, no fue bastante la sesión del otro día, tan dispersa, no sé si alguna vez me concentraré y escribiré con más hondura, sabiendo de donde parto y mirando al lugar adonde acudo, no va a ser posible, al menos no de momento, me voy a conformar con ir cerrando el post, con ir pensando en cómo será el día, hay días que valen por muchos, días en tromba, días con los que no contar después, días que no gobierna la cabeza, ni el corazón, no sé qué hace mi cabeza cuando yo no la administro, si me traiciona, si es la cabeza crápula o la fiable y entera, la que no se mete en problemas, la que se deja acariciar, la que lee a keats y escucha a shostakovich, la que se mete tres episodios seguidos de su serie favorita, no sé qué habla el corazón, incluso cuando no habla, en esos momentos de rara quietud, está diciendo algo, siempre se dice algo, no hay ocasión en que no se exprese una voluntad o una carencia absoluta de ella, a veces no entiende uno los porqués, pero hasta esa inquietud se diluye, se va perdiendo, adquiere rango de cosa fortuita, de accidente, de mosca en mitad del brazo y los días van persiguiéndose, se prestan al desatino, parecen un carnaval

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