28.7.19

hay un túnel

de lo que no me conforta, de lo que me excluye, de las mesas sin recoger en una terraza de un bar, de lo dulce, de la gramática de los abrazos, del cielo sin acabar de abrir, de las palabras a medio decir en un sueño, de los golpes que no suenan nunca y que aplazan la felicidad y dan al día el tono gris, el tono gris de los poemas tristes, el día en que uno escribe un poema triste ya no sabe cómo levantarlo, se aplica, se esmera y se esmera mucho, pero no se le van de la cabeza las palabras y el poema ronronea en la cabeza, que es donde están al final todos los poemas, yo tengo en mi cabeza todos los poemas que he escrito, los tristes son los que más duran, los que menos se dejan intimidar por mi voluntad de ser alegre y de poner la alegría en la ventana mientras suena una melodía pop, si no fuese por las melodías pop mi humor sería gris o no tendría humor, no lo tengo casi nunca, aparento que hay uno, pero es un humor de circunstancias, como una mosca que de pronto se para en el brazo y la violentas con un gesto, la mosca siempre huye, no hay quien la convierta en una mosca muerta o una mosca moribunda, me da lo mismo, lo que me importa es ir avanzando y no sentir que me distrae una mosca, una mesa sin recoger en una terraza de un bar o un pobre en la puerta del mercadona clamando justicia, pidiendo un mendrugo de hacendado, pero el pobre sigue ahí, a dos calles de aquí, y yo estoy escuchando pop, escribiendo en plan disperso, no sé si alguna vez me concentraré y escribiré con más hondura, sabiendo de donde parto y mirando al lugar a donde acudo, no va a ser posible, al menos no de momento, me voy a conformar con ir cerrando el post, con ir pensando qué cenar, porque hoy ha sido un día largo y mi cabeza necesita desconectar, perderse, no sé qué hace mi cabeza cuando yo no la administro, si me traiciona, si es la cabeza crápula o la admirable y entera, la que no se mete en problemas, la que se deja acariciar, la que lee a keats y escucha a shostakovich, la que acaba de ver the imitation game, un hombre contra sí mismo, una historia de amor, aunque la visten de otras cosas, en realidad todo son historias de amor, incluso las que no lo parecen son historias de amor en el fondo, es el amor el que lo cruza todo, el amor panteísta, ah el amor dodecafónico, el amor bebop, todo ese amor con el que miramos la luz al poner el pie en la calle y decir buenos días, buenos días, ayúdame, oh señor, a elevar la cumbre de este día, ni siquiera k. me reprueba, me conste que le gusta ese vicio mío de todas las mañanas al salir, al poner el pie en la calle, k. debe decir lo suyo también, quién no tiene un mantra interior, un recitado privado con el que saludar la mañana, da lo mismo que lo vistas de oración o de rap atropellado, pero son las palabras las que importan, las palabras grandes y las pequeñas, todas esas palabras con las que pronuncias tu lugar en el mundo, yo tendré el mío, hay días en que lo dudas, quién no lo duda, quién tiene esa certeza, yo no la tengo, cómo tenerla, ya termino, se acaba la historia, se cierra la luz, concluye por hoy la trama, fue buena, la llevé con esmero, no se me escapó de las manos, hay días en que se escapa, k., días que son muchos, días grises y días bastardos, en que no se escribe, en que el autor no tiene nada que decir o lo dice muy para adentro sin que se escuche, ni lo escucha él mismo, libros invisibles, pero hay que escribir en las calles o en la playa o en la cama, como aleixandre, como onetti, los sueños van de la cabeza a la hoja, hay un túnel

No hay comentarios:

Una educación de la mirada

 L a derrota es siempre más hermosa De poco prestigio lingüístico, le tengo yo al anacoluto un aprecio que no dispenso a otras figuras retór...