10.7.19

Monstruos


No hay que fiarse nunca, hay que evitar dar las cosas por sentadas. El corazón es un cazador solitario (alguien lo escribió) o somos malos por naturaleza o el bien escasea o el infierno somos nosotros o los monstruos están al acecho debajo de la cama. A poco que nos fijemos, si le dedicamos el interés suficiente o el azar nos halaga con una de sus revelaciones, advertimos que todo viene a estar cortado con las mismas tijeras y que un patrón las guía y son las mismas manos las que las mueven. Otros dicen que en todos los trabajos se fuma, es un refrán, lo he oído muchas veces. Al cerrar el día pensamos en todo lo que hemos visto. Traemos a la memoria una conversación o una escena o un paisaje o un olor entre los olores. Pensamos en qué fue lo más valioso, en si algo de verdad fue hermoso y lo alentó la belleza o la bondad o ambas juntamente sin que una desdiga a otra. Qué fue lo que nos conmovió, si tuvimos la suerte de que algo de verdad nos conmoviera. Si el monstruo no lo era tanto o si las preocupaciones no lo fueron tanto más tarde, al volver a ellas y pensarlas y ver si todavía pesaban y nos herían. Cosas así. El cielo se pondrá azul y el aire moverá las hojas de los árboles. Con menos intención poético, mañana hará más calor, lo han dicho en la radio, no hace falta que lo digan. Estos días de fresco son una bendición y somos pesimistas por naturaleza también. No hay que fiarse de nada, pero el verano matará al marciano antes que la nicotina del Marlboro.

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