Hay una disciplina en la belleza.
Un orden secreto.
Una urdimbre sin usura.
Voz adentro,
donde el alma,
el olvido arde,
lo inasible arde.
El tiempo, el de hierro,
tiende su trampa terca;
artero, gesta
su mecánica precisa de imprevistos,
su pulso loco de óxido y frío,
toda esa costumbre de negar
la cordura, sus evidencias.
Así un cansancio dulce nos invade.
Así la belleza cela su códice exacto,
su fuente ávida, su caudal de asombros,
el vértigo, la fiebre, el río infinito
donde la luz es un festejo de vida.
Lucena, 11-12-1999
He borrado un verso, reemplazado por otro. En 25 años repetiré la operación.
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