6.9.21

Dietario 187

 



Pedir que nos aten a un árbol (y que haya alguien que acceda) o enterrarse las piernas hasta medio muslo podrían considerarse extravagancias, desatinos, ocurrencias de gente muy de vuelta de todo o muy vacías de trayecto, ya se sabe que los extremos acaban encontrándose. Hay quien tiene con la realidad que lo circunda una relación creativa y dialoga con ella y la cuestiona, por si encuentra las respuestas que otros, no interfiriendo, sin llegar tan lejos, no alcanzan o por si suscita las preguntas que no existían. La vida es una pregunta continua, podrían decir. Encuentran belleza en donde no suele verse. Quizá ni belleza busquen: se darían por satisfechos con provocar, con recabar la atención de todas las miradas desatentas, con hacer pensar en lo que significa lo que acaban de urdir para manifestar su disconformidad con el arte en el que todo está lo suficientemente claro y cada cosa está en su lugar, sin que falte ninguna, sin que alguna colocada en donde no debe dé al traste con el conjunto. En la mujer enterrada por encima de las rodillas surge una duda de la que no he salido aún. No me tiene sin vivir, pero bulle adentro, lo cual es magnífico y haría feliz al maquinador de la fotografía o del acto anómalo del enterramiento demediado. Me pregunto si habrá un límite, si una vez que hemos logrado una provocación suficiente, querríamos una mayor y así hasta que no cupiese asombro en la instalación artística (las llaman así, lo he leído) y el observador abriese muchos los ojos y se sintiese conmocionado al punto de tardar en regresar a la realidad, que no crean que es gris y carece de extravagancias, desatinos, ocurrencias y composiciones inéditas de todo tipo. Tienen los artistas a veces esa facultad, la de dar con la composición inédita, con la posibilidad de que algo extraordinario irrumpa en lo conocido, en lo visto muchas veces. En cierto modo, consiguen arrastrar a todo el público posible: el que se entusiasma y aplauda todas esas licencias narrativas y estilísticas y la capacidad infatigable de ir más allá a la hora de plasmar las inquietudes estéticas  y el que se siente engañado o decepcionado o cree que no está a la altura. Gente a la que se le ocurre lo que a mí no se me ocurriría nunca. Esa es la idea. Por ahí comienza (no sé si ahí acaba también) el recado del arte, la posibilidad de que el arte exista y nos conmueva y extraiga de ahí adentra algo que no saldría de no mediar su injerencia. Yo estoy a ratos conmovido y a ratos no. El hecho de que esas imágenes me hayan forzado a escribir es un punto de partida. No sabemos qué vendrá después. Que vaya estupendamente el inicio de semana. 

No hay comentarios:

Comparecencia de la gracia

  Por mero ejercicio inútil tañe el aire el don de la sombra, cincela un eco en el tumulto de la sangre. Crees no dar con qué talar el aire ...