Fotografía: Jesús Herrador
Hay un orden invariable en la naturaleza, un patrón antiguo, un código invisible. Susurra a quien escucha y revela su inventario de milagros. Se la desatiende con frecuencia, se pierde la costumbre del asombro que causa. En ocasiones, una brizna de ese prodigio irrumpe y nos impregna. Entonces somos los albaceas de esa belleza ancestral. No hay tiempo, ni se espera que lo haya. No hay nada más que una contenida alegría, una especie de legado que se nos ha concedido registrar en la memoria. También la naturaleza tendrá su memoria. No todo está perdido.
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